SENZA CENSURA N.23
november 2007 - february 2008
editorial
"Todos los reatos y los crímenes son obviamente sociales. Pero entre todos los
crímenes sociales el que se debería considerar más grave es la pretención de
querer cambiar todavía hoy algo en esta sociedad, que cree haber sido hasta
ahora muy buena y paciente y que no quiere seguir siendo criticada".
Guy Debord
Hemos decidido dedicar la editorial de este número al tema de la violencia. Las
razones que nos han llevado a escogerlo principalmente son dos: la primera es
que este tema generalmente está al centro de las campañas represivas y/o
mass-mediáticas de ataque a las mas diversas formas de organización o de
resistencia que expresen segmentos de clase, y la segunda es que percibimos una
gran dificultad (y nos incluimos) de afrontar este tema y por consiguiente,
responder de manera adecuada a dichos ataques.
Quisiéramos aclarar de modo inmediato que no se trata simplemente de discutir si
nos gusta o no la violencia: damos por descontado que cada uno de nosotros
probablemente tiene como gran aspiración vivir en paz en una sociedad justa y
libre. Pero si por el concepto de "paz" creemos que ya està suficientemente
descontada la necesidad de referir su significado abstracto a la concretación de
las relaciones sociales existentes, de la misma manera consideramos que este
esfuerzo se debe hacer con el concepto de violencia.
Se trata entonces de afrontar la cuestión, tanto de modo esquemático, tanto
desde el punto de vista del estado y desde el punto de vista de quien quiere
desarrollar oposición o resistencia.
Vivimos en una sociedad violenta, estructuralmente violenta. La sociedad del
capital es obligatoriamente una sociedad violenta que impone con la fuerza de
sus armas la explotación del hombre y del territorio para su propia reproducción
y para el enriquecimiento de pocos privilegiados a espaldas de milliones de
personas en el mundo entero.
La industria bélica y la investigación militar son sectores motores de cualquier
sociedad capitalista, que siempre hace de la guerra su principal instrumento de
desarrollo y de competencia a nivel internacional.
Para no caer en una discusión moralista/filosófica estéril e intentar mantener
la reflexión en los confines de la política es necesario según nosotros
introducir el concepto de monopolio de la violencia legítima por parte del
estado.
En una fase en que la respuesta a las crecientes dificultades económicas es la
cada vez más extensa limitación de los espacios "democráticos" y de la
posibilidad política, donde la dialéctica social está cada vez mas blindada
dentro a formas de representación cada vez mas vacías e insignificantes, el
monopolio material, cultural y moral de la violencia es para el estado un
elemento estratégico que no admite anomalías o excepciones.
La violencia es objetivamente aceptada, es mas, científicamente programada y
organizada, pero solo si tiene como finalidad la defensa de algunos intereses
ecónomicos y políticos.
Esto implica dos vías concretas: la primera es el alineamiento transversal y
compacto de cada componenete social a esta línea estratégica como
discriminatoria por su "compatibilidad"; la segunda es el ataque a todo lo que
se mueve de uno u otro modo fuera de esta perspectiva.
Políticos, periodistas, magistrados, opinionistas se transforman en defensores
de este modelo social lanzándose descontroladamente en los talk show televisivos
y en las páginas de los periódicos (o en los actos jurídicos) contra toda forma
de resistencia. El bien contra el mal, los buenos contra los malos, los
razonables contra los irracionales. Este esquema no es otra cosa que una
aplicación de una estratégia asumida por el comando a nivel internacional y bien
sintetizada en la llamada "lucha al terrorismo". Seria demasiado sencillo
evidenciar la hipocrecía de esta gente que por convicción o por oportunismo,
defiende a capa y espada un poder empapado de sangre.
Igualmente quisiéramos remarcar algunos aspectos de esta campaña política que
pueden repercutir en nuestros campos de intervento.
El primero es que uno de los pasos políticos fundamentales que ha permitido la
admisión definitiva de las areas "comunistas" de la oposición parlamentaria
tanto en el plano europeo como en el nacional, y justamente al final de un
proceso restaurador donde se dió la escogencia de expresar como discriminante
ideológica la perspectiva de la via de la no-violencia, intentando asi de "archivar"
definitivamente un patrimonio histórico, político y cultural que siempre ha sido
un instrumento fundamental en manos de los explotados.
El segundo es que una gran parte de los llamados "intelectuales" (si es que
todavia existen, como voces no alineadas, como gente históricamente fuera de los
mecanismos del poder), han sido casi totalmente cooptados en esta "batalla
civilizatoria", y generalmente representan la putrefacta y ridícula corte de uno
u otro círculo de poder.
El tercero, que en mas de una ocasión ha sido afrontado en Senza Censura, es el
contínuo desarrollo de acciones represivas de todo tipo que casi de manera
cotidiana acompañan el trabajo político de muchos de nosotros.
Pero regresemos a nosotros.
Es importante recalcar que esta campaña de contínuo bombardeo político, cultural
y represivo, que generalmente tiene como centro de manera evidentemente
estructural la violencia, está influenciando las actividades y el debate
político de muchas experiencias, organizadas y no tanto, también dentro de la
oposición y en el ámbito antagonista.
En muchos casos, sobre todo en las areas mas jóvenes o menos consolidadas,
existen carencias de herramientas que ayuden a contrarestar estos ataques o al
menos afrontarlos de una manera mas amplia y general.
Como hemos señalado en otras ocasiones y con mucha preocupación, hay quienes
deciden "perseguir" los límites de la compatibilidad impuesta, en vez de
denunciar u oponerse, creyendo que de esta manera pueda garantizarse un espacio
propio de acción y reproducción.
Es obvio que en el cuadro actual de guerra que hemos describido anteriormente
este intento no puede ser otra cosa que arrogante y poco realista, y tiene como
único resultado práctico servir de "orilla" a las estatégias del imperialismo.
En otros casos, las elecciones son políticamente lúcidas y hasta cómplices de
manera consciente. Por ejemplo, en estos meses se han realizado celebraciones al
movimiento del '77, en las cuales se han valorizado los aspectos políticos y
culturales mas variados de ese período, pero eliminando y obviando casi siempre
de modo científico el debate sobre el uso de la fuerza y de las organizaciones
que la practicaron en esos años. Una supresión hipócrita, cómplice, como si se
tratara de un cadáver en el armario, una operación de propaganda que tiene como
intención inducir a interpretar como la locura de pocos "terroristas" algo que,
en realidad en esos años fue un debate central entre centenares y miles de
militantes a nivel nacional y a nivel general, gracias al desarrollo de tantas
luchas de liberación nacionales sostenidas por las guerrillas de muchísimos
países, a nivel internacional. Un debate que al interno de una perspectiva de
transformación, puso en discución también el monopolio de la violencia legítima
por parte del estado y sus servidores.
No se trata de estar de acuerdo o no con la elección de muchas organizaciones
revolucionarias en aquellos años, ni muchos menos de nostalgia inútil;
simplemente se trata de la historia, de la historia política, de nuestra
historia política. O para valorizarla aun mas, se trata de memoria. Una memoria
que se materializa en la actualidad en los miles de militantes revolucionarios
prisioneros aun hoy en las cárceles de todo el mundo y en un contexto político y
social para nada pacificado, tanto en el frente interno como en el internacional
de resistencia a los planes del imperialismo.
Este ataque debe ser contrastado, al menos en el plano político e idiológico,
porque la puesta en escena va mucho mas allá de la cuestión en específico sobre
la violencia pero tendrá que ver cada vez mas la posibilidad de medirse en
futuro en el plano complejo de la perspectiva, de la liberación.
Siempre hemos pensado que los movimientos sociales y políticos han buscado
reapropiarse, también con el uso de la fuerza, de aquellos espacios de acción
política científicamente negados por el poder y sus instituciones.
Y si es evidente a todos que el uso de la violencia en esta fase, no puede ser
puesta al centro del debate de los movimientos o de las experiencias organizadas
que trabajan en su interno, esta no puede ser manejada con presunción o peor aun,
con moralismo, sobre todo por parte de quien trabaja en el interno de una
perspectiva real de transformación.
También porque por otra parte, el enfrentamiento con el aparato represivo/policial/cultural
del estado es casi cotidiano, y es cada vez mas evidente que el ataque pasa a
través de este proceso constante de lavado de cerebro.
No es un terreno fácil y lo mas seguro es que no se puede afrontar
esquemáticamente o de manera superficial. Pero estamos convencidos que sería un
error gigante dejar la iniciativa únicamente en manos del estado y de su
ejército de clowns, de esbirros, de carniceros; y que vengan en vez descubiertas,
experimentadas en la actualidad, nuevas formas para fortalecer la dialéctica
entre resistencia de clase y perspectiva revolucionaria.
Hemos decidido discutir y proponer estas breves y seguramente limitadas
reflexiones justamente porque creemos que renunciar a cualquier instrumento de
crítica política sobre estos temas, no significa solo dar apoyo indirectamente a
las actuales estratégias del estado, sino arriesgar en perspectiva de "desarmar"
culturalmente y políticamente las nuevas generaciones y con ellas cada posible
recorrido de futura transformación.
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